A continuación se reproduce el testimonio de Santiago Alvarez sobre su viaje a la Argentina y su mirada sobre ciertas discusiones de esos años referidas al tipo de imágenes a utilizar en el cine político. Adriano Moreno, uno de sus colaboradores en aquel viaje, recuerda el clima que se vivía e Iván Nápoles, el camarógrafo que lo acompañó en la mayoría de sus trabajos, se refiere al Noticiero ICAIC y a la experiencia en Chile y Vietnam. Los testimonios surgen de las entrevistas que realizamos en La Habana, en noviembre de 1996.
SANTIAGO ALVAREZ: “Los días de mayo”.
Llegamos a Buenos Aires para la asunción de Cámpora. Fui con tres camarógrafos y un asistente del Noticiero ICAIC. Por el gobierno de Cuba fue el presidente, Osvaldo Dorticós. Allí estaba Salvador Allende, y creo que fue la última vez que salió de su país.
Estuvimos en la toma de posesión, con la entrega del sable y la banda presidencial. Todavía recuerdo la utilización que hice de la música con las imágenes de los infantes de marina en la Plaza de Mayo, enfrente de la multitud. Parecían dos olas: se veía avanzar lentamente al pueblo y retroceder a los militares, y luego al revés. Nosotros estábamos allá dentro y observábamos cómo por momentos ganaba la gente y empujaba a los marinos hacia atrás. Filmábamos desde un balcón, y teníamos otro camarógrafo cerca de donde esto ocurría.
Mientras, en la Casa Rosada, los policías, los soldados y la gente de seguridad estaban poniendo sillas y taburetes en las puertas porque la gente quería entrar a pesar de la negativa de las Fuerzas Armadas. Tuvieron éxito en la operación de no dejar pasar al pueblo, pero cogieron un miedo del carajo. Se llenaron de tal temor y tal era la histeria allí dentro, que nosotros andábamos con las cámaras y con los magazines, filmando, pero no nos veían. Es decir, estábamos filmando con la gente de seguridad de un lado para otro y ellos no percibían nuestra presencia.
Como la plaza estaba prácticamente tomada por el pueblo, Lanusse se fue por la azotea de la Casa Rosada en un helicóptero, y la gente vio eso como una fuga, y gritaba desde la calle. Esa huida de Lanusse luego la estructuré con los títulos de una película que se estaba exhibiendo en esos días en Buenos Aires.
Esta “operación azotea” iba sucediendo mientras Cámpora firmaba los documentos por los cuales Argentina reconocía a Cuba como fuerza diplomática. Y entonces sucedió un hecho muy interesante: yo siempre iba con el camarógrafo a todos lados; pero en el salón donde Cámpora estaba reconociendo al cuerpo diplomático cubano, y luego en la Conferencia de Prensa, acompañado de Dorticós, me doy cuenta de que no se había grabado el audio y ya habían hablado los dos presidentes. Estaba con el camarógrafo y filmamos, pero no habían dejado pasar al compañero que traía el grabador. Lo habían retenido porque, tu sabes, las trabas que ponía alguna gente. Pero esos tipos jodían toda una belleza que tenía ese momento del reconocimiento de Argentina a Cuba, después de tanto tiempo. Y cuando me doy cuenta, le digo a Dorticós: “Presidente, esto sin el sonido no va a andar”. Entonces Cámpora pidió que dejaran pasar el grabador. Fue increíble: se repitió el acto porque nosotros no lo habíamos podido grabar. Eso es inconcebible, nunca lo había visto en ningún lado. Y entonces filmamos y grabamos, porque cómo íbamos a mostrar a la gente la imagen sin el sondio, cuando las palabras de Cámpora y los gritos de la gente, eran tan emocionantes.
Recuerdo también la firma del decreto de libertad a los presos políticos, que debía hacer Cámpora lo más rápido posible y no lo hizo. O el pueblo quería que fuera más rápido. Entonces la gente no esperó la firma del decreto y se movilizó a las cárceles. Y un compañero de un noticiero argentino fue el que registró las imágenes de la llegada de los presos al aeropuerto, que venían de cárceles del interior del país, y nos pasó esas secuencias, donde se ven los aviones pintados con siglas de las organizaciones políticas revolucionarias. Había dos opiniones dentro de los cuadros políticos. Algunos decían que había que esperar que se firmase el decreto para que no hubiese pretextos para una reacción de los militares o que el hecho de adelantarse a una cuestión legal pudiese tener una consecuencia ilegal. Pero la juventud se adelantó a la firma del decreto y sacó a los presos. Cuando todavía en la Casa de Gobierno se estaba dando el mitin, llegaron una gran cantidad de presos políticos con sus familiares. Ese es otro detalle muy emocionante, la salida de los presos en un lugar mientras se desarrollaba el mitin en otro. Todo era muy vertiginoso, los hechos se sucedían paralelamente en diversos sitios.
Voy recordando los acontecimientos como quedaron estructurados en el documental. Fuimos a un partido de fútbol. Allí la política la echaron a un lado, aunque también estaba presente. Nosotros grabábamos todos los ruidos y efectos de estaciones de radio, que era bueno que estuvieran en el aire. Entonces, grabamos al locutor que destacaba la presencia de Cámpora, Dorticós y Allende, y a la gente aplaudiendo.
Pocos días despúes, hubo un acto multitudinario por el aniversario del Cordobazo, de mayo de 1969. Entonces fuimos para Córdoba, por orientación de los compañeros argentinos y cubanos, en un par de avionetas. En Córdoba pasó algo simpatiquísimo. Los organizadores habían hecho una tribuna muy débil, y, como en las manifestaciones nuestras, las concentraciones de Cuba, estaba lleno de gente y no se podía pasar. Habían ido nuestro canciller, Raúl Roa, y Dorticós. A todos los dirigentes como ellos los llamaba un líder sindical desde el palco del acto para que se acercase. Y los llevaban casi alzados, desde donde ellos estaban hasta la tribuna, porque era tal la cantidad de gente que no se podía pasar. Cuando iba a hablar Dorticós, la gente comenzó a gritar para que se quite el saco. Entonces Dorticós se quitó el saco, siguiendo el pedido. Y le gritaban “descamisado, descamisado”. Tremendo acto.
Cuando terminamos el documental, no pudimos estrenarlo, pues la situación en Argentina había cambiado. Ya había regresado Perón y un poco por seguridad para algunos compañeros que estaban allá decidimos no exhibirlo, y ahí se quedó. Se estrenó por primera vez en Madrid el año pasado y no pierdo la esperanza de poder proyectarlo algún día en la Argentina. Hay partes filmadas que no se utilizaron y que tenemos que ver si quedan copias. Por otra parte, en la confusión que hubo allí, por querer llevar las cosas de un lado para el otro, se perdieron algunas secuencias.
Ese viaje a Argentina, conocer la experiencia política, ver la juventud, los estudiantes y los trabajadores movilizados, las concentraciones multitudinarias y el fervor popular, me conmovieron. Cuando volví a Cuba conversé mucho con mis compañeros sobre todo ello.
Con respecto a mi relación con el cine político argentino, antes de este viaje, hay una anécdota interesante. En 1968 filmé para el Noticiero ICAIC unas imágenes documentales que denominé “La hora de los hornos”, y que cuando aparecen en mi filmografía producen cierta confusión. A algunos noticieros yo les ponía nombre, para darles más énfasis. Y uno de ellos fue éste, “La hora de los hornos”, secuencias que se filmaron de una exposición de pintura en Cuba. Poco después, sin saber que existía este noticiero, Solanas denominó así su conocida película que venía filmando desde unos años antes.
Ahora, respecto de ese film de Solanas y Getino en Cuba hubo tremenda discusión. Tal vez eran contradicciones que surgieron en aquel momento a las que ahora yo no les doy importancia, pero nosotros no estábamos de acuerdo con la forma en que fue puesto el cadáver del Che. Eran ideas que uno tenía respecto de ver al Che muerto y la forma en que lo presentaron en el final de la primera parte del film: ese rostro del Che muerto, con los ojos abiertos, como con la mirada a cámara. En aquel momento eso me parecía muy violento. No puedo ahora precisar las discusiones, pero los argumentos que había de un lado y del otro eran válidos.
En esos años, había como dos tesis sobre la utilización de las imágenes de los cadávares de los mártires o héroes. Por ejemplo, los vietnamitas rechazaban esas imágenes. Y en la discusión en Cuba respecto de esas imágenes del Che, yo sacaba como argumento lo mismo que sostenían los vietnamitas cuando discutían con nosotros. Cuando estuvimos en Vietnam con el Noticiero ICAIC, ellos nos decían que porqué teníamos que andar mostrando los cadáveres o los cuerpos de los heridos, que eso no era necesario. Aunque no era lo mismo, porque si tu registras secuencias de los vietnamitas muertos o heridos en los bombardeos de la población civil de Hanoi, esas imágenes sirven para denunciar lo que hacían los yanquis. Pero los vietnamitas eran reacios a que les filmaran un sólo cadáver. Y nosotros tratábamos de convencerlos de que eso los ayudaba en los foros donde se discutía la cuestión de Vietnam. Entonces ese registro de las masacres yanquis, desde nuestro punto de vista, era efectivo, servía. Claro que luego, aunque eran situaciones distintas, con nuestra posición sobre las imágenes del Che muerto, parecía que le estábamos dando la razón a los vietnamitas.
TESTIMONIO DE ADRIANO MORENO.
Tengo de Argentina recuerdos muy lindos. En el lobby del hotel tuvimos muchas conversaciones sobre todo con gente joven, que había participado de la lucha contra la dictadura. Pero particularmente no recuerdo haberme encontrado con cineastas, aunque Santiago seguramente sí.
No sólo hacíamos el trabajo oficial de seguir al Presidente Dorticós en actos y encuentros; también salíamos a filmar la ciudad. Siempre hacíamos eso, filmábamos las ciudades, sus características. Estábamos constantemente tirando película, no se paraba. Y era impresionante la vitalidad de Santiago, nos doblaba a nosotros que éramos mucho más jóvenes. Estar a su lado, cuando tuve la oportunidad, me ha servido mucho en mi trabajo como documentalista. Incluso la experiencia de trabajo con Iván Nápoles que considero un excelente camarógrafo. Y más ubicándonos en esa época, con las limitaciones de equipamiento que teníamos.
En Chile, en nuestro primer viaje durante el gobierno de Allende, fue mucho más cómodo el trabajo; estaba todo más pensado y organizado. En Argentina, en cambio, fue como muy atropellado. Ni siquiera hubo tiempo de preparación de ese viaje.
Recuerdo que a la ceremonia en la casa de gobierno no pudimos entrar todos. Sólo ingresaron Santiago y el camarógrafo, pero no pudo entrar ni el sonidista. Ahí se generó una situación bastante tensa con los militares, la policía; hasta sacaron armas. Claro, había una multitud afuera que presionaba para ingresar. Para registrar ese tipo de eventos, Santiago generalmente trabajaba con un compañero con cámara en mano, que se movía entre la gente. Aunque siempre había varias cámaras emplazadas en otros lugares, él trabajaba con Iván Nápoles a su lado, buscando detalles, expresiones, rostros.
Luego viajamos a Córdoba. Allí íbamos a un acto y llegamos un poquito tarde. Había miles de personas y para llegar al palco con equipo, los trípodes, las cámaras, había que caminar como dos cuadras de multitud. Entonces sucedió una cosa impresionante: la gente, cuando vio las credenciales nuestras, de Cuba, transportaba los equipos por sobre los cuerpos y así pudimos llegar a emplazar la cámara frente al palco. Si no hubiese sido por esa actitud, no llegábamos nunca a filmar. Era una cosa impresionante, la gente nos saludaba, nos abrazaba.
Además de Córdoba, en el interior del país hicimos visitas a viñedos en Mendoza. También a fábricas, siguiendo a Dorticós. Pero estuvimos poco tiempo, alrededor de una semana, y siempre en función de filmar a nuestro Presidente, sus visitas, los actos en que participaba. De allí volvimos a ir a Chile, y esta vez ya se veía un país más dividido. Mi sensación fue que había más gente que se oponía a Allende o que estaba más activa en la oposición. Incluso vimos actos de estudiantes contra el gobierno, impresionante, y hasta tuvimos amenazas por la calle cuando nos identificaban como cubanos. Diferente al primer viaje, cuando Fidel recorrió ese país, en varios actos; en ese momento el consenso hacia Allende era mayor y la gente nos saludaba por todos lados. Esta segunda vez se veía que la situación del país estaba tensa.
En el caso de Argentina, personalmente percibía ese proceso político como de liberación. Veía como una explosión social después de la dictadura, como un estallido. La gente apoyaba al gobierno frente a la experiencia de la dictadura, me parece que en ese momento por sobre cualquier tendencia. Y siempre lo sentí como un movimiento progresista, no de izquierda pero sí progresista, y sobre todo con mucho apoyo popular, que se veía en las calles, en el desbordamiento de la gente en las concentraciones.
TESTIMONIO DE IVAN NAPOLES.
Cuando se inició el Noticiero ICAIC, en 1960, sucedían tantos acontecimientos en este país en los primeros días de la Revolución, que se quería registrar todo en el celuloide. Y prácticamente no teníamos equipos para trabajar.
Todos nosotros aprendimos a hacer cine sobre la marcha, botando mucha película y sacando mucho fuera de foco, porque nadie en esos momentos venía de escuelas ni de academias. Pero esa experiencia de filmar todos los días fue la mejor escuela que pudimos tener. Se filmaba de lunes a miércoles y entre jueves y viernes se tenía que editar para el lunes siguiente tenerlo listo. Luego se pasaba en todos los cines.
El noticiero fue prácticamente una escuela de realizadores. Muchos de los cineastas actuales se formaron allí. No se hacía la noticia simple. Incluso se hacían algunos monotemáticos, se tomaba un tema, se desarrollaba la idea y salía un noticiero completo que podía ser un “docudrama”. No se trataba sólo del registro documental de la noticia.
Santiago es un director que no hace guiones antes de la filmación. El va elaborando el guión durante el rodaje, y después, en la mesa de edición, hace el montaje a partir de lo que editó mentalmente. No todo el mundo tiene su facilidad para hacerlo. Imagínate que como el noticiero salía semanalmente había que tener una capacidad y poder de síntesis tremendo. Para un noticiero que tenía 10 minutos, siempre se tiraba 5 veces más de película.
Cuando se filmaba en los actos aquí en Cuba, imagínate que un discurso de Fidel consumiría mucha película, entonces Santiago escogía tramos sobre la marcha, porque no podía hacerlo antes, ya que Fidel no lee los discursos. Es decir, nosotros íbamos al acto, cuando él tocaba un tema que resultaba de interés especial, arrancábamos la cámara y tirábamos largo. No se escatimaba película pero tampoco filmábamos el discurso de arriba a abajo. Entonces, al día siguiente del acto, cuando los periódicos publicaban el discurso completo, Santiago marcaba los tramos que más le interesaban, y con ellos se armaba el esqueleto del noticiero, al que luego se le iba insertando imágenes de Fidel y del público, o de los temas que tocaba a partir de imágenes de archivo o que filmábamos especialmente.
En América Latina casi siempre filmamos siguiendo los viajes de Fidel. En Chile, por ejemplo, la primera vez que estuvimos, en el Festival de Viña del Mar de 1967, fuimos invitados y llevamos documentales, pero no registramos el evento. Posteriormente, hacia 1971 o 1972, ya con Allende, seguimos el recorrido que hizo Fidel, que fue un mes de mucho trabajo donde filmamos cada uno de los actos en que participó y las visitas a lugares de trabajo. Allí fue un equipo de filmación bastante grande y recorrimos todo Chile. Lo que nunca se nos olvidará de ese viaje es lo que pasó con la película. Tu sabes que en Chile hay climas distintos de Norte a Sur. Cuando íbamos por una zona desértica, muy calurosa y seca, montábamos el magazin en la cámara, y se cristalizaba. Lo tomabas con la mano y se partía. Fíjate que el celuloide era duro, de 35 mm, no de 16 mm, pero se partía. Entonces nos agarrábamos de los pelos porque Fidel participaba de los actos y no podíamos filmarlo. Tuvimos que resolverlo con mucho trabajo: rodábamos pedacitos, los cortábamos, cogíamos otro magazin y pedacito a pedacito se trabajaba. Hasta que salimos de esa región y la película se aclimató, se puso normal y volvió a ser el mismo celuloide duro. Parecía el paraíso. Llevo más de 30 años filmando y jamás en la vida me ha sucedido algo así.
Además de América Latina, los cineastas cubanos filmaron mucho en Africa y Asia. En el caso de Vietnam, el que más ha trabajado es Santiago, y yo siempre lo acompañé. De los primeros viajes surgieron “Hanoi martes 13″ y “79 primaveras”, que se rodaron con cámaras de 16 mm y luego se ampliaron en Cuba a 35 mm. Las condiciones para trabajar allí eran muy difíciles, porque estaban en plena guerra. Vietnam lo bombardeaban permanentemente, las 24 hs del día. Llegamos allí en 1966, cuando los bombardeos, en general, eran en los alrededores, no en Hanoi. Pero por una de esas casualidades de la vida, cuando estábamos allí, empiezan a bombardear la capital intensamente.
En ese año nosotros aquí no teníamos mucho material, ni equipo, ni películas, ni sonido, ni nada; filmábamos con lo que donaban los extranjeros que venían. Entonces nos fuimos para Vietnam con dos cámaras de 16 mm, película donada y dos lámparas portátiles que nos prestaron los soviéticos. Entramos a Vietnam de noche, porque por los bombardeos de día no se podía, era muy peligroso. En Vietnam nos movíamos libremente, como corresponsales de guerra normales. También en Laos había bombardeos permanentes, tanto que la gente vivía en cuevas. Esa guerra no se conocía y nosotros fuimos y reflejamos como vivía la gente allí, en el documental “La guerra olvidada”.
En general trabajábamos muy bien con Santiago y me acuerdo, a nivel anecdótico, que había veces que teníamos discusiones en mitad de los bombardeos sobre encuadres y esas cosas. Tú sabes que el cineasta, preocupado por la cuestión estética, ya no cree ni en el peligro. Y entonces había discusiones de problemas estéticos y plásticos en medio de los bombardeos. Recuerdo también que tuve una discusión con Santiago en el cruzero Aurora, donde estaba Fidel, en el puente de mando. Discutíamos sobre un plano general, y la gente abajo se reía. Santiago tenía una preocupación estética permanente y nosotros discutíamos mucho, pero amistosamente, como todo camarógrafo y director. Eso es inevitable.